JORNADA
“ESCUELA, FAMILIAS Y COMUNIDAD”
El día lunes 09 de Junio en nuestro colegio se desarrolló la
jornada “Escuela, Familias y Comunidad” con el propósito de seguir consolidando
el vínculo entre la escuela y las familias en torno a las prácticas de lectura.
En este primer encuentro nos propusimos trabajar en torno al eje
Lecturas y Tradición Oral, a partir de la construcción de espacios de escucha,
reflexión y reconocimiento del otro abriendo el juego a la participación de la
comunidad educativa en su conjunto (docentes, alumnos y familias).
La propuesta consistió en organizar un concurso por ciclos (básico
y orientado) en el que los alumnos con el acompañamiento de sus familias
recrearan narraciones propias de la comunidad.
Se decide organizar una competencia entre los diferentes cursos de
la institución ya que desde hace algunos años hemos advertido que por motivos
que desconocemos con certeza la familia deja de acercarse a la escuela para
participar de actividades compartidas con los alumnos, como sí lo hace en mayor
medida con los niños de la escuela primaria. El hecho de que la concurrencia de
cada adulto de la familia sumara un punto y otro la participación en la
narración de historias de nuestro pueblo incentivó la concurrencia de varias
familias a la jornada de lectura.
Para comenzar se pidió a cada curso que recopilara, con ayuda de
familiares, vecinos y otros adultos de su entorno, distintos relatos de la
región. Mitos, leyendas urbanas y rurales, historias populares, anécdotas,
canciones y cualquier relato de esos que circulan de boca en boca, de una generación a la siguiente, relatos que nunca son iguales
sino que mutan permanentemente, esos que nos entretienen y a veces hasta nos
asustan pero que sirven, entre otras cosas, para recuperar parte nuestro pasado
y valorizar nuestra cultura como pueblo.
Tres días antes de la fecha acordada, se explicó a los alumnos las
bases del concurso y el último viernes de la semana se invitó a las familias a
través de una nota en el cuaderno de comunicaciones.
En un primer momento, esos relatos fueron trabajados en el aula,
leídos y comentados, buscando además puntos de encuentro entre las distintas
historias. Las familias que llegaron temprano también formaron parte de estas
actividades de selección y comparación de historias.
Más tarde, en el horario previsto para la jornada, cada curso
seleccionó una o dos de esas historias para compartir con todos los presentes.
Papás, abuelos y otros familiares fueron los protagonistas de la jornada. Ellos
nos brindaron su ayuda, su ejemplo, y se convirtieron en fuentes de valiosa
información y de las más disparatadas anécdotas.
Concluido el intercambio, en éste como en todo concurso llegó el
momento de elegir al curso ganador (uno por turno). Para esta difícil tarea los
docentes que estaban presentes oficiaron de jurado. Se consideran criterios
como la organización del grupo, la presencia de familiares y amigos que
pudieron convocar, el arte de narrar oralmente y captar la atención de los
presentes, entre otros aspectos.En el turno mañana, los alumnos del ciclo orientado seleccionaron
las siguientes historias:
Cuarto año se abocó a la recreación de relatos populares. Los
alumnos leyeron la historia de La llorona, comentaron el relato del Pombero y
nos regalaron la canción la Telesita, basada en otro relato popular del norte
argentino. Fue muy destacada la participación de un alumno que recreaba los
gritos desgarradores de esta madre vestida de blanco en busca de sus hijos.
Desde el formato flexible, un alumno de cuarto año, también se
sumó a la propuesta narrando su propio encuentro con la luz mala, en la zona
rural de nuestro pueblo. Esta actividad fue complementada con la búsqueda de
información en internet para dar una explicación a este fenómeno tan popular
entre los martinenses.
Los alumnos de quinto año decidieron compartir la lectura de la
una historia real de nuestra provincia: la caída de la ceniza en el año 1932.
Dos alumnos nos narraron algunos testimonios de cómo los pobladores habían
vivenciado aquel hecho inesperado. Una mamá relató su propia experiencia y
contó cómo siendo niña se divertía cavando pozos en la tierra hasta dar con la
misteriosa ceniza que tanto llamaba su atención.
Los más grandes del colegio, por su parte, decidieron ampliar la
historia del Pombero ya que uno de los estudiantes tiene gran parte de su
familia en Formosa y ha escuchado desde niño historias de sus apariciones por
el lugar. También supieron captar la atención de los presentes con la lectura e
interpretación de un cuento de María Teresa Andruetto titulado “El Guante de
Encaje” al que adaptaron como si hubiera ocurrido en proximidades de
nuestro pueblo, en caminos y localidades cercanas. Una mamá participó también
de la propuesta contando historias de apariciones misteriosas en la zona rural
donde se desempeña su marido y otra, entretuvo a los interesados oyentes con
relatos inquietantes del sur de Córdoba de donde es oriunda.
Para nuestra sorpresa este grupo de alumnos de casi 18 años de
edad fue el que contó con el mayor acompañamiento de familiares en el turno
mañana, refutando gratamente nuestra idea de que las familias de los mayores
tenían una menor participación en las actividades de sus hijos.
Los más pequeños del ciclo básico, en el turno tarde, trabajaron
de la misma manera seleccionando relatos como los siguientes:
Primer año: la historia elegida fue la de una mujer vestida de
blanco que aparece en la Ruta 35, y sorprende a los camioneros del lugar.
Segundo año: los alumnos inventaron una historia titulada “El
lobizón” a la que ambientaron en la laguna Chadilauquen, a pocos kilómetros de
nuestra localidad.
Tercer año: seleccionó la historia de la luz mala para leer y
compartir con los presentes.
En este turno contamos con una alta concurrencia de familias,
muchas acompañaron la jornada con su sola presencia y otros se animaron a
compartir sus propias historias.
A los consejos sobre el valor de la escuela y lo bello de esta
etapa de la vida que los alumnos están transitando, tres abuelos quisieron
regalar recuerdos de su propia infancia. Así fue que entretuvieron y
emocionaron a chicos y grandes con el relato de las cosas que tenían (útiles y
juguetes), las travesuras que hacían en esos tiempos, cómo era la escuela por
aquel entonces y mucho otra información que resulta difícil expresar en pocas
palabras.
A continuación se transcriben los relatos seleccionados por el
curso ganador de cada turno. Ambos grupos tuvieron mayor puntaje no sólo por su
desempeño y trabajo en equipo sino por convocar a mayor cantidad de familiares
y contar con su grata compañía e interesantes historias.
El guante de Encaje
Adaptación del cuento de la escritora cordobesa María Teresa
Andruetto
Cierta vez, un paisano de Embajador Martini, de los primeros que
llegaron a nuestra región para “hacerse la América” como se decía por aquellos
tiempos, viajaba con su hijo en carro por el camino viejo que unía al poblado
con Alta Italia. Cuando iban pasando por el campo que es hoy propiedad de la
familia Bogino, en el cruce mismo con el camino nuevo, una mujer muy joven vestida
de fiesta, los detuvo.
Aunque era muy entrada la noche, la habían visto de lejos porque
la luz de la luna era intensa y el color del vestido, blanco brillante. – Mi
novio se ha enojado conmigo y me ha dejado sola en el medio del campo –dijo
cuando el carro se detuvo- ¿Podrá usted llevarme hasta la entrada de Alta
Italia? Yo vivo ahí.
-Cómo no, señorita – contestó el paisano, y él y su hijo le
hicieron un lugar en el carro. Viajaron en silencio un buen rato, hasta que
empezaron a hablar de cosas sin importancia, más por ser amables que por
verdadera necesidad de decir algo. En esas conversaciones ella confesó que le
gustaba demasiado el baile y que se llamaba Encarnación.
Era una noche de crudo invierno y la joven estaba desabrigada.
Cuando el paisano la vio temblar, dijo: - Convide, hijo, a Encarnación con un
bollo de anís y un trago de ese vino de canela que llevamos, que es bueno para
los enfriamientos. Y el muchacho le ofreció pan y vino. Ella pegó un bocado
grande al bollo y tomó desesperada unos tragos. Algo de vino cayó sobre el
vestido y dejó allí, en el pecho, una mancha rosada como un pétalo- - ¡Qué
Lástima! – habló ella- ¡Era tan blanco!
Pero siguió comiendo el bollo de anís con muchas ganas, tanto que
cualquiera hubiera dicho que iban a pasar años antes de que volvieran a
ofrecerle algo.
Cuando llegaron a la entrada de Alta Italia, muy cerca de donde
está el boliche de Severo Andrada, les dijo que habían llegado. El paisano
detuvo el carro y ella bajó y fue corriendo a meterse en la casa de la esquina,
frente al cruce. Padre e hijo siguieron viaje. Habían hecho unas cuantas leguas
cuando el hijo vio brillar algo en el piso del carro. Se agachó y descubrió un
guante blanco de encaje fosforescente. Entonces se lo mostró a su padre y
decidieron volver a la casa donde habían dejado a Encarnación, para
devolvérselo.
Hicieron de regreso las leguas que habían andado, hasta la zona
del boliche de Severo Andrada, y se detuvieron en la esquina, frente al cruce.
Bajaron los dos, pero fue el padre quien golpeó las manos. -¡Avemaría
Purísima!- llamó como lo hacen los paisanos. Le contestaron los perros. Y
después, la voz de un hombre recién arrancado del sueño: -¿Qué se le ofrece?
-¿Aquí vive una señorita llamada Encarnación? -preguntó el
paisano. El dueño abrió la puerta. Estaba pálido. Y se quedó mirando a los dos
forasteros sin decir palabra.
-Venimos a devolverle un guante. Se lo ha olvidado hace un momento
en nuestro carro. El hombre siguió mirándolos en silencio.
-No lo tome a mal-insistió el paisano-.Tuvo un problema y nos
pidió que la acercáramos. -El hombre seguía en silencio.
El hijo estuvo con la mano extendida, acalambrada de tanto ofrecer
el guante al dueño de casa, hasta que éste habló: - Es mi hija, pero está
muerta...ayer se cumplieron veinte años...
-Dijo que venía de bailar...recordó el paisano.
-Hace veinte años...contó el padre- para el día de Santa Rosa,
murió bailando en las fiestas patronales. Del corazón, sabe?
Los dos hombres que habían llegado en el carro, así como estaban,
pegaron media vuelta murmurando una disculpa. Pero el padre de la joven
reclamó: - El guante...por favor. Es para llevárselo a la tumba. Todos los
años, para la fiesta de Santa Rosa, se olvida algo en alguna parte y hay que ir
a ponérselo.
El muchacho entregó el guante encaje. Después alcanzó en silencio
a su padre que ya estaba sentado en el carro azuzando a los caballos.
Alumnos de 3º año Polimodal
El lobizón
Relato creado por los alumnos de 2º año secundario
En la laguna Chadilauquen, famoso lugar de asentamientos aborígenes,
circulan muchas historias de criaturas y fantasmas. Una noche de verano
alquilamos las tres, mis amigas y yo, una carpa bastante retirada del albergue
pero muy confortable para nosotras.
Entre paseos y medianoche comenzaron los martinenses a contar la
historia del “lobizón”, ese ser tan singular que habita los montes y suele
salir para asustar y atacar en noches de luna llena, inquietando a los
caminantes nocturnos.
Aquella noche salimos a nadar a la laguna y a orillas de ésta,
hicimos una fogata que duró hasta casi la madrugada, cuando con paso lento
emprendimos el regreso, como lo hacen los jóvenes de campo. Ahí estaba la luna
llena alumbrando nuestro camino entre sombras en pleno monte.
Los pensamientos se fijaron en una sola cosa: la leyenda y nuestras
miradas observaron el horizonte oscuro y acabaron nuestras risas. Las palabras
y el silencio. Sólo se escuchaban nuestros pasos y el sonido de la nada, no
cabían las palabras.
Era un apresurado transitar olvidando el cansancio y sólo pensando
en llegar, cuando se escuchó el suave crujido de una rama a nuestras espaldas.
Esto provocó una caminata más rápida junto a risas nerviosas y comentarios
rápidos entre risueños y angustiosos citando lo imposible de “la presencia”
porque nos habían avisado que no debíamos nombrarlo.
Pronto llegamos a la carpa y cerramos la puerta dejando sólo el
mosquitero entornado, porque el calor arreciaba y estaba próximo el amanecer.
Ya en nuestras bolsas de dormir, adormecidas en la oscuridad de la noche,
sentimos que algo rozaba el cobertor, cuando cayó estrepitosamente la lona
junto al mosquitero al suelo.
En un instante nos encontramos las tres admirando la lona rasgada
en varios pedazos. Nunca supimos si fue una broma.
Alumnos de 2º año secundario básico